Por encima del océano de nubes.

18.9.14

Una espada sin vaina.

Mientras cabalgo los aullidos de la Luna
rezo a dioses que no comprendo
por una flecha certera en mi maltratado ser
que acabe con la agonía de la batalla
que nace en mi al no olerte a mi lado
pero los valles son solitarios
y ni el más hábil bandido podría alcanzarme
pues soy la muerte a caballo
cuyos huesos nunca tocarán el suelo
más que para veros arder en las llamas de algún infierno.

Tienen por costumbre los lobos aullarte
y los hombres temerte por lo que albergas
en tus ropajes negros y tu sayo de frío
más yo, que ni lo uno ni lo otro soy
perseguiré al horizonte si allí me esperas.

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